sábado, 6 de enero de 2018

LA NUEVA AGRICULTURA

En el sur existe un tópico de explotaciones latifundistas trabajadas por jornaleros, con propietarios tan conservadores y rentistas que hacían que la intensidad de la explotación de suelo fuese baja.

Pero en el arco mediterráneo peninsular el pasado morisco dejó otra agricultura, de pequeños propietarios esforzados en aprovechar los recursos naturales de forma soberbia aprovechando el clima cálido de las tierras bajas. Maestros en el aprovechamiento del agua, almacenándola en albercas y regando las huertas por acequias; pero  también en el aprovechamiento de la tierra en zonas montuosas poco favorables con la construcción primorosa de bancales en las laderas aprovechando así el escaso suelo y las pocas precipitaciones. Se del esfuerzo de estos agricultores, desde mi infancia en la Axarquía malagueña.

Estos dos modelos tienen en común el apego a la tierra, una herencia del sedentarismo que trajo consigo el Neolítico, una revolución que cambió las sociedades humanas creando clases con dominio sobre las tierras y vínculos de sumisión sobre los trabajadores de la tierra.

Superadas la antiguas formas, el agricultor actual siguió igualmente aferrado a su tierra, hasta que la tardía industrialización les dio una oportunidad de emigrar para escapar del futuro que tuvieron sus padres y abuelos.

Hasta el abandono del campo de finales del pasado siglo el modelo se mantuvo durante milenios conformando un paisaje, unos ecosistemas mediterráneos únicos.  Por ello resultan alarmante los cambio recientes, pues no tienen precedentes.

No se aprecia  pero cada montón es la cantidad de tierra depositada por un camión. Al fondo, en el horizonte, puede  verse el Cabo de Gata.

Desmonte para cultivo en invernaderos. En el centro de la imagen, sobre la plataforma creada hay un camión. Observese que el talud pone en peligro el invernadero que hay abajo.

Desmontes para cultivo en Adra.

La estabilidad del talud para crear una plataforma en la Sierra de Gador pone en peligro a la vivienda.


La nueva agricultura cambia este modelo en todos los aspectos. Se trata de un sector completamente nuevo, se rompe con el vínculo tradicional del agricultor y su tierra, ya fuese pequeño propietario o grande. Ahora aparecen nuevos propietarios que son empresas e inversores, algunos, especuladores llegados de fuera  del sector en busca de una rentabilidad alta conseguida a veces solo por la revalorización de las tierras. La capitalización llega por primera vez de otros sectores, de otros lugares. Tanto la financiación como la mano de obra son externas.

Cultivo de invernadero junto a la playa


La agricultura se convierte así en un modelo similar al de la industria o la construcción, ligado a los vaivenes del mercado, ligado a la globalización de la economía, especulativo y cortoplacista.
Por tanto, igual que ocurre con la industria existe un riesgo evidente de descapitalización futura pues esta depende de la rentabilidad coyuntural. En este sentido existe el riesgo de la deslocalización. Todo depende de la continuidad en la política europea que actualmente protege a la agricultura del sur. ¿Podría ocurrir que se dejara de apoyar a la nueva agricultura?





La siguiente serie de fotografías muestra los nuevos cultivos de almendro en regadío. La ortofoto  muestra el corte del monte  público (pinar) con el cultivo y en las siguientes fotos el aspecto árido del suelo del almendro frente  al del pinar.

Parece que la agricultura está blindada, pero la realidad es que la PAC  se creó como instrumento estratégico para salvar a Europa de la dependencia  exterior de productos alimenticios básicos  como los cereales, los lácteos o la carne.  Esta nueva agricultura puede ser contemplada como un lujo para una Europa rica que puede pagar caprichos fuera de temporada.

La condición para que se diera este abandono sería la existencia de mercados alternativos. A la cabeza de las posibilidades están países  fronterizos con la Unión que  nos producen gran inquietud por la inestabilidad en que viven actualmente. Resulta muy evidente que la estrategia  geopolítica europea  pasa por favorecer el rápido desarrollo de los vecinos del norte de África, como Marruecos, que tendría un enorme potencial en esta misma nueva agricultura que irónicamente en nuestro país usa mano de obra africana.

Con este planteamiento debería de promoverse que la mejor salida de esta nueva agricultura, la sostenible, es la apuesta por el producto de calidad. En este mundo del “low cost”. Calidad no puede significar ser competitivos por la producción temprana, por el bajo precio. Calidad es todo lo que atañe al medio ambiente y la salud, como los cultivos respetuosos con el medio ambiente y naturales.

Desde un punto de vista social, debe de planificarse para evitar el abandono de las tierras por los campesinos; y no para atraer una industria con mano de obra temporera. También es un deber de solidaridad permitir a los propios africanos vivir de su trabajo en su propia tierra y no usarlos sin más como mano de obra barata.


Se dan contrastes muy grandes. Estas dos fotos están realizadas en el mismo lugar junto a un Paraje Natural en  Moguer. El cultivo de fresón sin suelo (hidropónico) y el camino que lleva al río que se ha convertido en un barranco por la erosión del agua en el suelo arenoso.  Esa erosión es nueva,  el plástico impide que el agua de lluvia entre en el suelo dirigiéndola a las zonas de drenaje y provocando estos daños. 

Pienso que hay una posibilidad de salir todos beneficiados, respetando más el medio ambiente  y siendo sensibles y solidarios con los agricultores y trabajadores del campo.
Apostemos (que poco me gusta este término, pero resulta políticamente propio utilizarlo aquí) por limitar la producción de cultivos forzados a terrenos que ya están en producción y no seguir expandiendo el sector inflando más la burbuja. Haciendo que la producción sea de la más alta calidad, con explotaciones familiares y mano de obra del lugar bien pagada. Produzcamos respetando al máximo el medio ambiente, la salud y los derechos de consumidores y trabajadores consiguiendo rentas dignas para los agricultores.
Exijamos como consumidores productos de calidad pagando el justo precio. 

Dejemos la industria del agroplástico super-intensiva de mano de obra foránea, del low cost para los países vecinos africanos como Marruecos, para que puedan tener un desarrollo y no tengan que emigrar a una  Europa en donde encuentran cada día más dificultades y eso que miles de ellos sin papeles pasan tan desapercibidos como los linces por los  campos del sur.
El mar de plástico del Poniente Almeriense.

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