martes, 1 de septiembre de 2020

Valoración del riesgo para evitar el contagio del COVID-19 y sus consecuencias para la salud


He realizado una valoración cualitativa que nos permita conocer cuál es el riesgo de contagio del COVID-19 que el ciudadano común asume, para ellos hace falta aclarar cómo se ha realizado.

Valoramos exclusivamente la probabilidad del  contagio y el riesgo inherente a la carga vírica. Pero, obviamente, no entraremos en el aspecto meramente médico, es decir la repercusión que tendrá el virus sobre la salud de cada persona.

Este baremo se ha realizado basándome en los riesgos admitidos por la ciencia. En este sentido debo de advertir algo fundamental: que la OMS no admite el riesgo de contagio por aerosoles, postura que no se basa en criterios científicos ya que está demostrado por la física.

La actual pandemia por el corononavirus COVID 19  hace imposible el riesgo cero, salvo que viviéramos en una burbuja totalmente aislada, tal como vivir en otro planeta. Este virus se ha demostrado bastante infeccioso en todo tipo de climas y lugares, afectando a todo tipo de seres humanos sin distinción de etnia, estado de salud o edad; da igual que lleves una vida sana o no. Por ello el riesgo asumible se refiere al de la generalidad de la población. Así se toma en cuenta la mascarilla común que tiene una protección muy baja, pues  aunque hay mascarillas  y otros elementos EPIs que reducen el contagio a niveles mínimos, no estarían al alcance de gran parte de la población.

Si el riesgo cero se considera absurdo, igualmente consideramos inasumible para el ciudadano común una posibilidad de contagio muy bajo (repito, que con el uso de mascarillas comunes) pues implica una gran aislamiento social.

La valoración se realiza como suma de valores parciales a partir de cuatro elementos:

 

v  Grupo familiar: Es el círculo social cotidiano formado por personas con los que relajamos las medidas sanitarias, como el distanciamiento y, especialmente, el uso de la mascarilla. Además de la familia incluye a  algunos amigos íntimos e incluso, en ciertas ocasiones, a compañeros de trabajo con los que pasamos muchas horas diarias juntos. El riesgo va desde el cero al 2. En función del número de personas y el riesgo asumido por estas personas.

 

v  Relaciones sociales: Fuera del grupo familiar tratamos a personas con lo que se incrementa el riesgo en función del número de contactos no habituales, y del origen geográfico lejano a nuestro entorno. El riesgo se incrementa desde 1 para escasos nuevos contactos de nuestra localidad, hasta 4 para renovados contactos de lugares lejanos.

 

v  Medidas sanitarias: Las medidas sanitarias comunes son el uso de la mascarilla, la desinfección de manos y el distanciamiento.  Se valora entre 0-2. Cero para el uso estricto de las medidas y 2 para un descuidado uso de las medidas.

 

v  Estancias en espacios cerrados: Es un riesgo difícil de eludir y sin embargo es una causa principal de contagio.  Se valora de 1 a 4. Siendo el valor mayor para estancia continuada en ambientes cerrados con elevada afluencia de personas desconocidas que llegan de diferentes lugares lejanos.

 

Aclaraciones sanitarias:

Hemos obviado el uso de EPIs, que no están al alcance más que de profesionales muy expuestos.  Solamente estos protegen al usuario. El uso de las mascarillas comunes (higiénicas o quirúrgicas) es únicamente  efectivo para reducir la probabilidad de difusión del virus por una persona enferma; en menor medida para proteger a la persona sana expuesta al virus y prácticamente inútiles en presencia de aerosoles en el aire de un recinto cerrado.

Remarco que estamos hablando de probabilidad. Por ello el uso de la mascarilla común en ciertas condiciones resulta prácticamente inútil, pues la probabilidad se iguala a no llevarla, como es con las personas con las que a diario compartimos muchas horas en el mismo recinto (vehículo, habitación u oficina).

Quiero alertar sobre el riesgo de la infección a partir de la suspensión del virus en los aerosoles.  Los aerosoles son partículas líquidas lo suficientemente pequeñas para que se mantengan en una suspensión en el aire tal como las nubes (como ejemplo, para que se entienda, piense que es como el humo de un fumador que en una habitación cerrada tenderá a ocupar toda ella durante mucho tiempo). Por tanto, aquí no valen las distancias ni las mascarillas usuales sin filtro. Esto no significa que el contagio este asegurado, pero aumenta la probabilidad aunque la carga vírica pueda ser baja.

La estancia en lugares cerrados, o poco ventilados  en donde puedan encontrarse personas enfermas y especialmente si alguna de estas deja de llevar  mascarilla en algún momento (p.e aseos). El riesgo se reduce por tanto favoreciendo la renovación del aire y el uso de filtros  en el aíre acondicionado.

El uso de guantes, evitar estrechar manos, el lavado y desinfección con geles hidroalcohólicos,   así como la  limpieza de enseres en la oficina u hogar previenen el contagio, pero no per se. Todas estas medidas llevadas al extremo de forma compulsiva no aportan más protección, pues mantienen la probabilidad que depende de otros factores. Ya que el virus no se contagia por la piel, la higiene de las manos únicamente es efectiva previamente a cuando nos la llevamos a los lugares de entradas que son las mucosas (boca, nariz y ojos). 


 

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