Este es un resumen de tres entradas: Catastrofismo Climático, El Cambio Climático Físico y Perspectivas de un Cambio Climático Social.
La historia de la humanidad está jalonada por cambios del clima. El actual comienza en torno al año 1850 cuando finaliza un periodo frío llamado “Pequeña Edad de Hielo”. El cambio climático global (CC a partir de ahora) puede formar parte de las dinámicas naturales o estar provocado por la actividad humana. Conviene precisar que ambas hipótesis resultan igualmente admisibles y son compatibles.
El CC se presenta como un problema ambiental complejo cuya solución queda vinculada a la política, en consecuencia, el llamado “consenso científico” queda fuera del ámbito de las ciencias experimentales. La ideologización del problema alcanza a las supuestas predicciones dándoles apariencia de creencia o asunto de una pseudociencia, dada la vehemencia e intolerancia como se defienden. En realidad, son proyecciones realizadas con las elevadas incertidumbres propias de modelos matemáticos que trabajan dinámicas del caos junto a las inherentes al tratamiento estadístico de datos. En consecuencia el IPCC, cuyas siglas aluden a un panel de expertos del clima, realmente está dirigido por economistas o simplemente políticos.
En definitiva, el CC se ha convertido es una construcción social inherente a las agendas globalistas nacidas tras la metamorfosis progresista dada al globalismo económico (convergencia en realidad), que supuestamente nos dirigen hacía un nuevo orden ridículamente llamado mundial, porque ese “mundo” es algo cada día más insignificante en el contexto global. Por otro lado, el movimiento intelectual se corresponde con la corriente filosófica postmoderna desarrollada en las universidades americanas, caracterizadas por el pensamiento subjetivo y el total relativismo basado en las emociones, que desprecia la objetividad propia de la ciencia. Más allá de cuestiones filosóficas, resulta evidente que la emocionalización se usa dentro de una estrategia de manipulación social, en la que el ciudadano de occidente es ahora más susceptible dado el poco prestigio de la religión (sustitución de valores morales), como también por la falta de pausa para la reflexión debido a la acelerada forma de vida moderna que exige inmediatez. En el discurso mediático se pueden apreciar coacciones morales orientadas a culparnos por nuestra forma de vida consumista, especialmente por las contradicciones con nuestra sensibilidad social y ecologista.
En un futuro estas políticas rupturistas del actual orden económico y social llevarán a la desestabilización de las democracias occidentales y, con toda seguridad, al fracaso en sus objetivos. Aquellos que mueven el árbol para aprovecharse de sus frutos, tendrán poco que aprovechar cuando éste se les caiga encima. En el momento presente, se advierte el debilitamiento de Europa en el contexto económico y social global, también por la pérdida del prestigio intelectual a causa del ridículo relativismo del conocimiento, que es caldo de cultivo de cualquier idealismo, tal vez como ocurrió en la Europa de principios del pasado siglo, pero lo más probable en este escenario sea una vuelta a la religiosidad en la que la pugna con el islam se ha demostrado imbatible por incomparecencia de oponente.
Mientras que el enfoque de la política ambiental se dirige a las
emisiones de un gas inocuo; deja correr el acelerado proceso de deterioro
ambiental debido a sustancias tóxicas que están en todo lo que nos rodea, desde
los alimentos, el agua que bebemos o el aire que respiramos. Los problemas más
graves de la humanidad, que se manifiestan localmente, quedan sin resolver:
desigualdad, guerras… A pesar de las buenas intenciones de las agendas
globalistas, precisamente porque nacen de una falsa ética.
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