Fuente Wikicommons.
El
término “catastrofismo” se origina durante el desarrollo de las ciencias
experimentales en el pasado siglo XIX para calificar, más bien despectivamente,
las ideas del mejor de los zoólogos de su época, el francés Georges Cuvier que
postuló una evolución de las especies que se produciría no de forma lenta y
paulatina, sino de forma abrupta debido a catástrofes. Se desacreditó al
ilustre sabio francés en su propio país. Consideraron que su hipótesis estaba
impregnada del relato bíblico del diluvio universal, que la cultura popular
proyectó con el vago término “criaturas antediluvianas”, que podía igualmente
incluir al supuesto monstruo del lago Ness como a los dinosaurios. Resulta
encomiable la depuración científica de atavismos; incluso cuando termine
errando, ya que los hallazgos le han dado finalmente la razón a Cuvier, al
menos en parte.
Este caso es uno más en los que las ideas se cruzan con la realidad de la naturaleza en la formulación de las teorías de la ciencia, esto ocurre evidentemente con el cambio climático.
El CC (cambio del clima global) es en sí un fenómeno inabarcable para nuestra experiencia que es breve y local. Nuestras percepciones no justifican por sí el cambio de nuestro clima1, menos aún de algo que escapa totalmente a nuestra percepción como es el clima global. Por tanto, no deberíamos tomar como evidencias del CC ninguna alteración del tiempo, aunque es lo que continuamente escuchamos en los medios. Esto es así porque ya subyace la idea del CC.
La manera en que
se genera con tanta potencia esta idea se encuentra dentro de la creencia en
una ancestral Tierra en equilibro que nuestro progreso ha destruido. Si bien el
ecologismo atávico que reclama la vuelta a nuestros orígenes, en su forma radical,
sigue siendo minoritario, sí que socialmente está implantada una idealización
de una naturaleza anterior a la alterada por el ser humano como el edén
perdido. Siguiendo el aporte de Kuhn2,
esto ha condicionado nuestra forma de entender la naturaleza incluso
dentro de las ciencias biológicas, siendo un buen ejemplo el desarrollo de los
estudios de la vegetación basados en el método fitosociológico3.
Este ecologismo actuó como caja de resonancia de la teoría del calentamiento
global y por una confluencia de intereses se pasó del “calentamiento” al
“cambio”. No me parece que la explicación correcta sea la de abarcar un posible
enfriamiento del clima. Un “cambio” nos lleva directamente a un escenario
distinto. Es así cuando cobra sentido hablar de catástrofe o emergencia.
La idea
fundamental que subyace detrás del CC no es el cambio del clima, es el de un
escenario con un clima no natural, que es conforme a nuestras
observaciones de los profundos cambios en el territorio, como zonas urbanas y
campos de cultivo. Puesto que el cambio del clima es un fenómeno constante a lo
largo de la historia y es muy significativo comprobar cómo las oscilaciones
climática van parejas a cambios sociales, desde los primeros inicios de la
humanidad dentro del gélido periodo glacial, cuando vivíamos arrinconados en un
lugar cálido del África tropical del que salimos gracias al súbito
calentamiento interglaciar Eemiano4, un evento relativamente breve
de hace 130.000 años. El frío continuará frenando la expansión humana por el
mundo hasta unas condiciones más
favorables entre el 70.000 y 60.000 antes de nuestra era. Aunque los primeros
europeos modernos no aparecen hasta hace alrededor de 45.000 años aprovechando
el vaciamiento territorial dejado por los últimos neandertales, aún tendrán que
soportar al límite de su aguante las condiciones gélidas y secas del último Máximo Glacial, hace unos 20.000 años.
Después el clima se volvió extraordinariamente cambiante5.
Hace 11.700 años comenzó el Holoceno, que ha demostrado ser “relativamente” estable, aunque ha oscilado entre periodos cálidos denominados “óptimos climáticos”, generalmente favorables para el ser humano; y periodos fríos, generalmente desfavorables. Estas fluctuaciones de unos pocos grados en la temperatura media de la Tierra han quedado registradas por el avance y retroceso de los glaciares alpinos y otros indicadores. Durante el periodo entre 9.500 a 5.500 años antes de Cristo se extendió el periodo más cálido del Holoceno hasta que el vaciado del gran lago glaciar Agassiz en el centro de Norteamérica causó un violento enfriamiento global que duró varios siglos, siendo su final el que marcará el nacimiento de las primeras grandes civilizaciones en Oriente Próximo, allí en donde buscaron los humanos refugio de los fríos6. En Egipto, la desertización debió afectar a la meseta de Guiza a partir del llamado reino Medio, acentuando el proceso entre el 2.000 a 1.600 a. C., avanzando de forma progresiva hacia aguas arriba, afectando el valle de los reyes durante el nacimiento de Cristo, cuando el drenaje hacía la depresión de El Fayum cesó, provocando el abandono del regadío en esta región.
En el caso de las tierras entre los ríos Tigris y Éufrates, los datos paleoclimáticos basados en registros heterogéneos parecen confirmar que entre los años 5.000 y 3.000 a. C., el clima volvió a templarse y a ser más húmedo, lo que habría permitido establecer asentamientos permanentes en las tierras fértiles donde se fundaron algunas de las primeras ciudades. Durante el 2.200 a. C., otra crisis climática mundial tipo “pequeña edad de hielo”, conllevó una catastrófica sequía en Mesopotamia que supuso el declive del imperio acadio y la ocupación del territorio por las tribus de pastores que bajaron de las montañas a los valles de los ríos. Igualmente se derrumbaron muchas otras civilizaciones e imperios como el antiguo reino de Egipto, la civilización del valle del Indo (Mohenjo-Daro, Harappa, etc.) o la cultura Liangzhu en el delta del Yangtsé, entre otras, en China.
Un milenio después, alrededor del 1.200 a. C., después de un nuevo periodo de prosperidad gracias a la bondad del clima, una fuerte sequía, acompañado de hambrunas y migraciones volvió a golpear a otras civilizaciones. Se trata del colapso de la Edad de Bronce tardío que termina con la irrupción de migrantes del norte llamados Pueblos del Mar. En medio siglo caerá el poderoso Imperio Hitita, los reinos de Micenas, la civilización minoica, etc.; solamente queda en pie, pero muy tocada, la civilización Egipcia. La etapa oscura posterior dio origen a la Edad del Hierro y al brillante nacimiento de la Grecia clásica cuna de la filosofía y del pensamiento occidental.
A partir del 250 a. C. un nuevo óptimo, conocido como “romano” o “clásico”, creó las condiciones propicias para el surgimiento de las grandes civilizaciones grecorromana y cartaginesa. Nuevamente, las décadas finales de la República de Roma estuvieron marcadas por las revueltas sociales que coincidieron con un periodo de frío, malas cosechas y hambruna en casi todo el territorio controlado. Los estudiosos han encontrado pruebas ambientales de una repentina disminución de las lluvias en las fuentes del Nilo afectando al llamado granero de Roma, provocando el comentado abandono de la región de El Fayum, una de las más fértiles de Egipto.
En nuestra era, a una escala de más detalle, podemos ver como el clima ha sido imprevisible y los eventos climáticos van marcando muchos cambios sociales de la historia reciente. Así, las graves sequías de las estepas de Asia Central provocaron las migraciones de los hunos, que a su vez empujaron a los godos a invadir Roma. Continuarán estos movimientos en la Pequeña Edad de Hielo de la antigüedad tardía, empujando a los pueblos eslavos, con importantes consecuencias como el establecimiento de la peste justiniana, la transformación del Imperio Romano de Oriente, el colapso del imperio Sasánida, la expansión árabe fuera de la península arábiga y diferentes trastornos políticos en China. En América, un cambio en el régimen monzónico pudo provocar la caída de Teotihuacán, la mayor ciudad precolombina hacia el 550. En Yucatán, varias ciudades mayas también sucumbieron por la sequía, a pesar de todos los sacrificios humanos para volver a tener el favor del dios de la lluvia Chaac.
La era de las catedrales, entre los siglos IX y XII, fue de gran prosperidad agrícola por el conocido como óptimo medieval, de largos veranos secos y cálidos, con una temperatura media casi 1º C más alta que en el siglo XX, que permitió la producción de vino de calidad en el sur de Inglaterra. Las latitudes nórdicas atlánticas fueron especialmente beneficiadas, conocida es la expansión de los navegantes vikingos hasta Terranova, o a la llamada “tierra verde” de Groenlandia, en donde llegaron a establecer algunas colonias durante cierto tiempo.
El periodo comprendido entre 1550 y 1850 es conocido como la llamada Pequeña Edad de Hielo en la que se produce una expansión de los glaciares de los Alpes, Noruega, Alaska, Nueva Zelanda y otros puntos del planeta. Brueghel padre e hijo muestra en sus pinturas como la gente patinaba en los canales de Holanda y Bélgica, mientras que en la superficie helada del Támesis se celebraron ferias hasta 1814.
Así, estamos dentro de un periodo cálido cuyo inicio ha coincidido con el desarrollo industrial en Europa y los EEUU; por tanto, a nivel global, el volumen de las emisiones de dióxido de carbono por la quema de carbón mineral hasta 1850 no justifica el final del periodo frío en esa fecha, por lo que el calentamiento sería natural7. Bien distinto, es que el actual elevado incremento de este gas en la atmósfera esté produciendo una elevación de las temperaturas. Ya en el último siglo, los registros de las estaciones permiten ver oscilaciones más precisas, como el sostenido calentamiento entre 1.910 y 1.940; seguido de un ligero enfriamiento hasta principios de la década de 1.970; un calentamiento bastante similar al primero, que terminó en 2.000. Los últimos picos de calor en 1.998-1.999 y otro más alto, en 2.015-2.016, ambos se corresponden a potentes eventos de El Niño.
Recapitulando, la temperatura media mundial ha aumentado 1,15°C en unos 170 años, en absoluto excepcional teniendo en cuenta los cambios climáticos del pasado. Además resulta muy difícil darle sentido físico real a esta elevación del valor de la “temperatura media mundial”, dado su origen estadístico8 en el que se mezclan todos los climas de la Tierra. Tampoco es esperable el entendimiento del problema para el ciudadano común que vive ajeno en burbujas acondicionadas y no distingue clima del tiempo o confunden calor con temperatura, menos puede interpretar conceptos que no tienen ningún sentido físico como “la temperatura del planeta” o “clima mundial”.
En resumen, las predicciones climáticas catastrofistas recuerdan las previsiones que Malthus y otros hicieron precisamente al comienzo del desarrollo industrial en el siglo XIX. La realidad es que, con 8 veces esa población no hay escasez alimentaria global pero si un mal reparto, lo que ya ocurría entonces. Tampoco hay prueba que el calentamiento desde 1850 haya menguado el bienestar de la población mundial, más bien al contrario. Entonces ¿qué sentido tienen estas palabras del Director General de la ONU?: “Los combustibles fósiles son incompatibles con la supervivencia humana“.
¿No es la supervivencia humana la que amenaza al resto de formas de vida?9 Esta aparente contradicción, se acentúa cuando observamos a políticos de dilatada carrera que no se habían preocupado antes de corregir los errores del desarrollo que han derivado en la contaminación tóxica y ahora vienen con un sermón propio de predicadores... ¡por un gas inocuo! ¿Dónde estaban cuando se realizaban pruebas nucleares, se vertían al océano los residuos nucleares, han proliferado los productos tóxicos o no biodegradables como las sustancias de biosíntesis, plásticos, etc.?
La llamada a la irracionalidad es común dentro de la
política, con la razón no se manejan las masas.10
Han convertido el CC en el foco de toda nuestra mala conciencia (ambiental, social...) y en un asunto trascendental tan solo comparable con el fenómeno religioso. Nos hacen sentirnos culpables convirtiendo a niños en portavoces del apocalipsis, señalándonos responsables de fenómenos tan llamativos como los incendios forestales, el ahogamiento de osos polares, el blanqueamiento de los arrecifes de coral, etc. Nuestro pecado: consumir lo inadecuado, incluido el gas de los refrescos. Todo como parte de las ODS suena demasiado a marketing y publicidad.
Estar
clamando por la gran catástrofe planetaria del CC es un sarcasmo para la
mayoría de los humanos sometidos a las guerras, unas gigantescas trituradoras
humanas que gracias al desarrollo tecnológico y las armas de destrucción
masiva, nos incluye a todos; incluso para la flora y fauna, eso es más temible
que cualquier otra consecuencia de nuestro desarrollo. Llorando por el dolor
imaginario del planeta en lugar del de la gente, miopes dentro de nuestro cada
vez más insignificante mundo, en el que hasta las colonias de gatos
callejeros y el coche eléctrico es ideología.
El cambio del clima es un fenómeno físico real, mientras que
las consecuencias catastróficas que le otorgamos son imaginarias.
Estamos expuestos a la manipulación de los medios: el mundo
real pero lejano parece imaginario; mientras que vivimos lo imaginario como
real cuando lo idealizamos. Lo importante es el mero posicionamiento ideológico
aunque sea contradictorio. Por ejemplo, la presidenta de la comisión europea
tan fan de la agenda 2030 es partidaria del rearme y del relato belicista. ¿Idealismo
alemán? El estar en el lado de los “buenos” no te hace bueno.
Los fantasmas del
pasado y del futuro, no son análogos. El pasado no es ficción, pero lo parece
para las generaciones actuales que no tienen memoria de lo que significa la
guerra. Para una sociedad de auténticos valores democráticos no hay más fracaso
que asimilar que «La guerra es la continuación de la política por
otros medios».
Manifestación en Madrid. (Fuente de las Imágenes Wikicommons) |
Visto en perspectiva, cuando los historiadores intentan comprender la causa de las caídas de las grandes civilizaciones del pasado suelen preguntarse ¿el origen del desastre fue climático o social?¿Ocurrirá lo mismo con nuestra civilización?
Un
análisis del CC desde las ciencias físicas se hace en la entrada “El Cambio
Climático Físico” y un acercamiento al CC mediático y político se hace en
“Perspectivas de un Cambio Climático Social”.
Notas:
1.- En España, los de
más larga memoria recuerdan que las décadas de los 60 y 70 eran más frescas y
húmedas, o que estos últimos años los veranos se alargan durante buena parte
del otoño. Pero el clima no puede restringirse a nuestra
experiencia. Recuerdo que de niño la hierba era más alta debido a la percepción
de medir un tercio menos de mi altura actual.
Por otro lado, el cambio de un clima cuando se define como promedio, oculta su verdadera naturaleza dinámica, a veces con ciclos bien definidos [los más conocidos de corto periodo son el fenómeno del Niño (ENOS) y la oscilación del Atlántico Norte (OAN)].
2.- Kuhn considera que el investigador científico es un individuo cuyo proceso de investigación científica se mueve en torno a un paradigma inscrito dentro de su contexto social e histórico. Debería de entenderse que en este momento los investigadores del CC, en particular los que trabajan con el IPCC, de forma colectiva refuerzan sus hipótesis sobre lo que el filósofo llama el establecimiento del paradigma científico. En este sentido, la apertura a las críticas de científicos que no se encuentren dentro de estos grupos de trabajo, ayudaría a mejorar los modelos y acercarse más a la realidad de lo que ocurre con el clima y las consecuencias de los gases de efecto invernadero. La dificultad de que esto ocurra, y el motivo de que mayoritariamente se ponga énfasis en reforzar los postulados actuales del CC, no se encuentran por tanto en el mundo académico, como en los actores que proporcionan la financiación para la investigación científica.
3.- La fitosociología parte de unas determinadas premisas filosóficas como su etimología viene a advertir: “sociedad de las plantas”. Esta sociedad progresa hasta alcanzar una situación insuperable que Clements llamó ”la clímax”, generalmente un bosque que está en equilibrio con su medio (principalmente el clima); siendo la perturbación humana la que rompe este equilibrio sustituyéndose por una serie de formaciones vegetales reconocibles, que se conocen como degradadas.
Bajo estas premisas, para el caso particular de la Península Ibérica, se entendió que hubo un pasado de bosque continuo anterior al desarrollo de la humanidad. Una idealización análoga al bosque atávico con duendes y hadas en el que convivíamos en armonía con la naturaleza.
Como siempre ocurre en las ciencias experimentales, creamos el modelo con algunos datos, pero rellenamos los espacios con nuestras ideas hasta que las pruebas las contradicen. En este caso, no se cumplió la premisa de la estabilidad climática antes del neolítico cuando coincide con un extenso uso del fuego principalmente para favorecer al ganado. Irónicamente, mientras las condiciones climáticas favorables se extendían por toda Europa, el bosque de robles avanzaba con la actividad del neolítico, entendiéndose que el árbol fue ayudado por los humanos, ya que no hay otra forma de explicar los grandes saltos que sus pesadas bellotas dan en su avance hacia el norte. Más evidente en el caso de la encina en la península ibérica, cuando este árbol residual se extiende por todo tipo de regiones manejado seguramente por los primeros pastores, vinculándose desde entonces con la dehesa, la forma sostenible más compleja e integral de aprovechamiento del monte: agro-silvo-forestal. Es de destacar la coincidencia y creación del binomio de una variedad de encina dulce (Quercus rotundifolia Lam.) con el cerdo de raza ibérica; justamente en las tierras bajas del suroeste, las primeras en escapar del frío. Es bastante sorprendente que aún no se admita que la especie de bellota más dulce es claramente el resultado de una selección ancestral, tal como ocurre con cualquier otro árbol de cultivo tradicional (por ejemplo el olivo, algarrobo o el castaño, cuentan con sus variedades forestales).
4.- Fue un calentamiento que apenas duró 15.000 años, pero de tal intensidad que desapareció el hielo ártico y la temperatura del océano llegó a estar 2°C más cálido que en la actualidad.
5.-Como los eventos de calentamiento rápido Dansgaard-Oeschger (D-O), que se repiten cada 1.500 años con aumentos de 8°C a 10°C en sólo unas décadas, llegándose en algunos a la destrucción de los capas de hielo del hemisferio norte (eventos Heinrich con una recurrencia, en apariencia, de 7.000 años según modelos matemáticos). Hace 14.700 años se puede hablar de un calentamiento global, presagio del final del periodo glacial, pero solamente duró 2.000 años y fue especialmente más húmedo en la actual franja de aridez que abarca desde el norte de África hasta Oriente Próximo. Este evento climático se vio súbitamente interrumpido por el intenso y repentino enfriamiento conocido como Dryas reciente.
Probablemente el motivo que la dinámica climática aparezca más acentuada en épocas recientes se deba a la perspectiva convexa de la historia (más información) y a la imagen fractal de los acontecimientos geográficos (más detalle).
6.- De esta época data el arte rupestre del Sahara que representa a animales como jirafas, elefantes, cocodrilos y otros que atestiguan un periodo húmedo que terminó repentinamente hace aproximadamente 5.000 años, con una transición entre el 5.600 a 2.700 a. C. que coincide con la migración hacía el Valle del Nilo hasta la creación del Reino Antiguo, el constructor de las grandes pirámides. En este sentido hay pruebas de que el caudal del Nilo fue notablemente superior al actual, como el descubrimiento reciente de un canal al pie de las pirámides de Guiza que pudo formar parte de un brazo del Nilo hace más de cuatro milenios. Y tal vez otro que posibilitará una salida al mar Rojo, al menos en parte de forma natural durante el reino Antiguo, que daría pie posteriormente a lo que conocemos como el canal de Los Faraones, de construcción tardía. En todo caso hay evidencias de navegación por el mar Rojo desde época muy temprana, siendo la más famosa la expedición a Punt durante el reinado de la reina Hatshepsut, en torno al 1.500 a. C.
Como curiosidad. Se encontró en el alto Egipto “La Estela del Hambre” que narra un episodio sin crecidas del Nilo en época del faraón Zoser (siglo XXVII a. C.). Es de época ptolemaica y los historiadores no la consideran una prueba histórica, tal vez una mera advertencia de los sacerdotes basada en referencias lejanas de eventos de este tipo. No puede ser más significativo que se eligiera como protagonista al sabio Imhotep (visir de Zoser) muy popular en aquella época cuando estaba divinizado y asimilado como el dios griego de la medicina Asclepio.
7.-
¿Acaso no hubo periodos climáticos templados o normales? Parece extraño que el final de un periodo frío sea a su vez
principio de un periodo cálido, menos aún de uno no natural cuando sabemos que
las emisiones industriales globales
anteriores a 1850 eran ínfimas.
La
NASA define (NASA Earth Observatory Glossary: "Little Age of Ice"):
<<A cold period that lasted from
about A.D. 1550 to about A.D. 1850 in Europe, North America, and Asia. This
period was marked by rapid expansion of mountain glaciers, especially in the
Alps, Norway, Ireland, and Alaska. There were three maxima, beginning about
1650, about 1770, and 1850, each separated by slight warming intervals.>>
Es
decir, 1850 es uno de los máximos (temperaturas más bajas) de este periodo climático.
En
definitiva, el modelo actual del CC
solamente tiene verdadero sentido dentro del siglo XX, un plazo temporal aún corto para separar por
la ciencia la variabilidad natural del clima del efecto de los gases de efecto
invernadero; pero la creencia en el
CC catastrófico nos hace pensar que ya vamos tarde para tomar medidas.
8.- Cómo suele ocurrir con el
manejo de los datos estadísticos en política, los medios suelen usarlos de
forma afectada al CC. Los récord en los
registros climáticos que caen como si se tratara de las olimpiadas no vienen a
demostrar que se corresponda con el fenómeno global: “la temperatura medía de un mes más alta de
lo que llevamos de siglo”, o siguiendo la expresión “de la serie” sin aclarar a
qué serie se refieren. En una distribución normal, lo natural es que aparezcan
nuevos valores extremos (nuevos récords) conforme la serie de datos se
amplia. La valoración estadística
correcta se hará cuando se observe el corrimiento de las medias en un sentido
para un rango de datos, que implica un periodo temporal lo suficientemente
amplio.
En
todo caso, resulta evidente que se trasmiten los escenarios peores para captar
así la atención del gran público, incrementado por el consabido sensacionalismo
de los medios de comunicación. No debería de sorprendernos la participación
social de científicos, nada tiene que ver aquí la praxis científica, en el
medio social se considera honesto advertirnos del escenario peor dentro del
rango de probabilidad. En este sentido recuerdo la película “No Mires Arriba”,
en la que medios y políticos mantienen sus prioridades, aun cuando le comunican
la inminente caída de un asteroide.
9.- Si animales y
plantas pudieran dar su opinión pedirían a gritos que los dejáramos en paz. En
todo caso, recuerdo a Carl Sagan cuando reflexionaba sobre la remota
posibilidad de tener contacto con vida inteligente extraterrestre, pues el
desarrollo humano (o alienígena) está abocado al fracaso por la propia
aniquilación.
Es sorprendente que las nuevas generaciones hayan cambiado el
miedo a sucumbir por algo tan real como las consecuencias de las armas de
destrucción masiva, por un sentimiento de acabar con el planeta. ¿Recuerda el
mito mileniarista? Es ridículo pensar
cómo unas gentes que llevaban una vida miserable y efímera, dicen que estaban aterrorizadas con la idea
de la llegada del fin del mundo. Cuando el sentido común nos dice que el fin
del mundo es nuestra muerte.
10.- Sabemos que la característica más importante de la
sociedad de las pantallas en la que
vivimos es la inmediatez y la falta de poso reflexivo. Por tanto, ahora somos especialmente susceptibles a las
emociones que bloquean nuestra capacidad racional pues no requieren de esfuerzo
intelectual. Esta emocionalización ha sido siempre la clave de la manipulación social.
Precisamente en el origen de la manipulación social está el
miedo, tradicionalmente dentro del dogma
religioso; pero, en un mundo occidental alejado de la religión, ha de estar
dentro de otro tipo de dogma. En este caso la pandemia ha sido una piedra de
toque para el globalismo. La creación de un ambiente de miedo favorece a quien
quiera manejarnos como un rebaño. Como decía Bertrand Russell: «El miedo es la
principal fuente de superstición y una de las principales fuentes de crueldad. Vencer
el miedo es el comienzo de la sabiduría».
El miedo unido a la falta de espíritu crítico nos lleva al analfabetismo científico, cuando desaparece
la duda es más fácil la manipulación.
Bibliografía
Girouard, Robert. Breve historia del clima, de la Prehistoria a la crisis imaginaria del siglo XXI.
Rosselló Botey, Victoria. EL
CAMBIO CLIMÁTICO DEL III MILENIO A.C. Y EL COLAPSO DEL REINO ANTIGUO DE EGIPTO.
Trabajo de Fin de Diploma de Egiptología de la Universidad de València (2013).
Viñas Rubio, José Miguel. EL CLIMA
DE LA TIERRA A LO LARGO DE LA HISTORIA. Ponencia presentada en el IX
Seminario Historia y Clima: Clima, Naturaleza, Riesgo y Desastre.
Contribuciones recientes y propuestas de estudio para la España de los siglo
XVI al XIX, celebrado en la Universidad de Alicante entre los días 7 y 9 de
mayo de 2012.
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