domingo, 2 de agosto de 2020

INFORMACIÓN Y EDUCACIÓN AMBIENTAL

El conocimiento ha caracterizado el desarrollo de nuestra civilización e igualmente condicionará su futuro. Sin embargo, actualmente vivimos inmersos en una corriente inasumible de información que dificulta el entendimiento de lo que realmente ocurre en nuestro mundo. Esto lleva a una paradoja, y es que mientras hay un acceso libre a la información a través de las redes, la educación de niños y jóvenes para hacerlos personas socialmente útiles continua afectada del  adoctrinamiento, entendido como esa interpretación de la realidad políticamente correcta.

Parque en Inglaterra ( del autor de este Blog)

 En particular, en materia ambiental, vemos como esta interpretación de la realidad se fundamenta en modelos no científicos, algo contradictorio dado que el medio ambiente se considera una realidad física, química y biológica.

 Entender los principios en los que se basan  las relaciones ecológicas es algo complicado.  Pero aunque fuese tan fácil como 2+2= 4, la política requiere de mensajes emotivos como una niña cabreada hablando de su sufrimiento por la "perdida de ecosistemas". Esto no es más que una manipulación, en un mundo en el que absolutamente todo es manipulación a través de los sentimientos por parte de individuos tan inteligentes como faltos de escrúpulos, conscientes de nuestras debilidades, que curiosamente, no son las suyas. Por eso están en  el poder.

 No es extraño que la religión haya persistido tras la mayor de las revoluciones intelectuales de la humanidad traída por el método científico. Son los mismos principios irracionales los que están en todo el conocimiento  transmitido actualmente por la vía de los medios.

 Un caso particularmente a destacar es el cambio climático. Los comunicadores de los medios de información hablan de él con la misma seguridad que hablaría un cristiano de Jesús. Entienden que  poner en duda la evidencia de cambio climático te vuelve poco menos que un ignorante, dado que es "la ciencia" quien lo dice. ¡Vaya! ¿Que pensaría Voltaire de esto? Aquel que dijo: "la ignorancia afirma o niega rotundamente; pero la ciencia duda".

 Ciertamente, el principio más básico de las ciencias físicas es el escepticismo. Por tanto, si la ciencia no muestra escepticismo acerca del cambio climático, debería hacernos reflexionar si, realmente estamos ante ciencia o pseudociencia, como llamó Mario Bunge a las ciencias sociales entre las que se encuentra esa manipuladora infinita que llamamos política.

 El siguiente relato real les explicará que es lo que ocurre.

Una pareja de sordomudos tuvieron un bebé completamente sano, es decir, sin problema alguno de audición. Sus padres pensaron que al niño le estimularía la televisión  y lo colocaban frente a la tele muchas horas, con la esperanza que la falta de comunicación oral de sus padres no le retrasara en su capacidad para el lenguaje.  Sin embargo, en una revisión, el pediatra advirtió del retraso en el área del lenguaje del niño que pudo corregirse con el contacto diario con una persona que le hablara.

Este caso real nos enseña como la capacidad para desarrollarnos en todos los sentidos, requiere de la interacción entre las personas.  Y pone a las claras que en, lo relativo a la educación,  la información no sirve de nada sin la emoción, y esto se lleva sabiendo y perfeccionando desde hace milenios; es más, hay gente que nace ya con capacidades sorprendentes para la manipulación y, algunos los conoce usted, pues alcanzaron gran celebridad en la religión y la política.

 Así, somos fácilmente manipulables con eslóganes e ideas que lleven una carga sentimental. Aunque, en el fondo, todos somos unos farsantes pues mantenemos como segura la doctrina asimilada; pero, a la hora de la práctica, no la aplicamos.  Es completamente natural, simplemente nuestra actitud se ve reforzada por los actos y estos son contradictorios. Así, nos motiva repetir los eslóganes ambientales pero no nos motiva seguir el consejo del político para que usemos la bici o vayamos a la oficina en transporte público cuando vemos que él lo hace en un potente coche oficial.

 Ciertamente toda la veracidad ambiental de los mensajes políticos cae por su propio peso, dado que en nuestro mundo consumista es la casta que está en el poder la que menos ejemplo puede dar de cuidado del medio ambiente. No nos pueden confundir, pues cuando gobiernan, aunque diferenciemos el gesto de unos y otros, ante los hechos no hay diferencia. Sin embargo estamos muy acostumbrados a estas contradicciones, las asumimos de forma natural y especialmente los jóvenes más afectados por la mímesis de la vía cómoda pijo-pogre, que contradice nuestro compulsivo consumismo con una suerte de enajenación de aspirar a un mundo de hadas y unicornios arco-iris.

 Miren, no he tenido la suerte de viajar a Japón, pero sí tengo amigos que han visitado este país y me han contado como en las calles no hay papeleras. Hago la siguiente reflexión al respecto: ¿de que sirve que pidamos a los ciudadanos que sean limpios cuando detrás de ellos hay un empleado público dispuesto, no ha llamarles la atención por su in civismo, sino a recoger su basura?

 En definitiva, la buena educación se gana con la práctica y se pierde con las intenciones

 Para terminar, resulta definitivo que la educación ambiental va de la mano de la información, del hecho cotidiano, de la convivencia, como la que hace que un japonés en la calle se guarde el envoltorio del caramelo  para tirarlo al cubo de la basura en casa.

En este sentido hay dos caminos, el positivo (refuerzo de las buenas acciones) y el negativo (castigo y miedo).  

 Política y medios de comunicación parecen valorar cada vez la segunda opción, usando términos agresivos como el ya generalizado de terrorismo ambiental aplicado a los incendios forestales. Esto se une a los mensajes catastrofistas del cambio climático en un sobrecalentamiento de los  medios de información.

 Lo que ocurre es que el miedo es, de todas las armas de persuasión, la más sucia pero igualmente la más efectiva a corto plazo. Pero deberían estar conmigo en que usar el miedo no es la mejor manera de educar a nuestra juventud, porque precisamente los jóvenes terminan asumiendo como "su normalidad" el umbral marcado; perdiendo entonces toda su efectividad, debiendo elevarse para corregir su efecto, estaremos entrando en un peligrosa escalada que nos hará perder la libertad y garantizarnos un futuro más violento.

 


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