domingo, 6 de febrero de 2011

LA ENCRUCIJADA DEL CALENTAMIENTO GLOBAL

Algunas personas con las que trato se sorprenden de que me muestre bastante escéptico sobre el asunto del calentamiento global, ya que me consideran un defensor de medio ambiente. Resulta difícil explicarles mis motivaciones, sin que me malinterpreten. Es por ello que voy a intentarlo en este escrito.

En asuntos que tienen que ver con la naturaleza, el escepticismo es consustancial con el pensamiento objetivo; es decir, el científico. No obstante, mi escepticismo rebasa este aspecto que dejo para los científicos a los que corresponde presentar pruebas y demostraciones que, aun después de presentadas, han de someterlas continuamente a revisión, según el método de la ciencia.
Lo que me preocupa  es la forma como el asunto ha pasado a la arena política, y consecuentemente a lo social. No me negarán, que llegado a este punto están demás las consideraciones científicas. Un problema imaginario a escala global es ya un grave problema social.  Venga como venga el futuro ya ha quedado marcado por la lucha contra el cambio climático, y el futuro nos dará o quitará la razón de si realmente hicimos lo correcto.  
Ante las manifestaciones de nuestros gobernantes y sus hechos, soy más que razonablemente escéptico basándome en mi propia experiencia. No puedo esconder mi absoluta incredulidad. No creo que tenga que mostrar pruebas para evidenciar sus intereses cortoplacistas y frecuentemente ajenos a los públicos. Por ello, me prevengo de creer que en esto vayan a ser diferentes.
Más aún, el asunto es particularmente complicado como para tomarlo de buena fe; no ya para mí, sino para cualquiera que se ponga un momento a meditar sobre ello.

Es probable que los gases de efecto invernadero estén causando alteraciones climáticas muy importantes. Si me apuran, es probable - la ciencia que estudia el clima se basa en probabilidades- que estemos ante la mayor  catástrofe que podamos imaginar. Pero probable no significa seguro.

Como he dicho, dejo este asunto en manos de la comunidad de científicos. Me da igual que vivan a costa de sus estudios sobre el asunto o lo hagan altruistamente, siempre que se comporten con arreglo a los principios de la ciencia y no adulteren sus conclusiones. Cosa que sin embargo es inevitable en la arena política, en la que también se mueve la comunidad científica.

Mientras que algunos científicos han presentado diferentes escenarios catastrofistas, de ciencia ficción (no es peyorativo), los escenarios de nuestros políticos me resultan tan simplemente irreales.

Para empezar, este planeta viene siendo agredido por todas las manifestaciones de nuestra moderna sociedad, la quema de combustible fósiles no representa más que uno de los múltiples aspectos de nuestra forma de vida con incidencia negativa para el medio ambiente. Resultaría prolijo enumerar aquí  todo lo que ocurre. Tampoco es mi intención centrarme en las causas detalladas que afectan negativamente a la salud humana, la biodiversidad y la estabilidad de los sistemas ecológicos y también económicos. Me centraré en señalar al culpable, aunque todos somos responsables.

De igual forma que un bosque se transforma en un cultivo, o se deseca una laguna, el ecosistema global de la Tierra ha sido transformado. Nos cuesta poco ver el culpable en los primeros supuestos, ¿o no? Puede resultar fácil imaginarnos parando la tala de un bosque o evitando el desecamiento de una laguna a través de la movilización pública o recurriendo a las leyes. Aún así desaparecen estos lugares presa de la vorágine económica, incluso en los países más  socialmente avanzados. Pero si hablamos del mundo, de los actos a escala global,  ¿cómo podemos pararlo?
El culpable no tiene nombre, no puede ser encausado ni arrestado. El culpable es el sistema,  económico y social. Puede resultar muy molesto traer aquí las injusticias globales que padece el mundo, como el hambre o las guerras. No hemos sido capaces de solucionarlas; al contrario, estos desastres cotidianos están más activos que nunca. Comparando estos desastres con un posible calentamiento del globo, para el que se supone necesario el reducir el consumo de combustibles fósiles a cantidades ridículas o “apostar más” por las energías renovables y la  nuclear, me resulta inmoral.
No entiendo, como se puede creer que podamos evitar que se consuma el petróleo y el gas que está accesible y es muy barato extraerlo de la Tierra. Cuando además son países pobres los que aún mantienen las mayores reservas. ¿Es que pensamos compensarles por ello, o les obligaremos por medio de las armas?
Siento tener que decir que todos los que piensan que la humanidad entera se unirá por las buenas en esta lucha son unas personas ilusas, sólo hay que ver como está el patio en medio de esta crisis.  ¿Dónde están metidos los buenos ciudadanos que gobiernan el mundo?
Conozco las críticas a este pensamiento. Pero yo no pido que se tenga fe en quien ha demostrado sobradamente su incapacidad para solucionar los problemas del mundo, me considero realista y para nada pesimista. Al contrario, creo que lo peor que nos puede pasar es caer en el pesimismo y cruzarnos de brazo, algo que hacen a diario la mayoría de los que nos rodean;  la sociedad está adormecida y cada uno mira exclusivamente por sus intereses, pero esto debe de cambiar.

Claramente, todos somos culpables de lo que ocurre. Pero en todos está la solución. Pero empecemos la casa por los cimientos, si mejoramos la sociedad, si aprendemos a ser responsables y sólo después exigimos esa responsabilidad a los demás, ya sean ciudadanos o pueblos, podremos mejorar  el futuro del mundo.
Mi temor es que sean intereses espurios los que se adueñen del medio ambiente, los mismos que nos sojuzgan en este momento y que llaman “los mercados”,  forzando nuestras vidas a vivir con el miedo a un holocausto, pagando por ello día a día; pero, sin que se haga nada efectivo para impedirlo. Un pueblo sometido a las reglas del miedo colectivo puede ser más fácilmente sometido, como ha sido el miedo al pecado y al fin del mundo inculcado por la religión, que ha limitado la libertad de los ciudadanos  desde hace muchos siglos. La otra posibilidad es que se enfoque todo hacía un asunto menor, una mera distracción para que los poderes económicos puedan mantener el sistema cambiando para que nada cambie, puedan mantener “su derecho” a forrarse a costa del resto; para  continuar con la destrucción del medio y la desnaturalización del ser humano.

Si el futuro de nuestros hijos viene marcado por una subida de 2º C en la temperatura media de la Tierra, eso es preocupante. Pero puede ser mucho peor si viene marcado por que el poder económico ya no les baste con imponer sus candidatos a gobernantes. Sino que quieran imponernos una moral que facilite sus propósitos de poder,  y conviertan en privilegios exclusivos el saltarse sus propias normas de convivencia; porque ellos nunca tienen lo suficiente, quieren poseer el control de todos los recursos, quieren tener la verdad absoluta siempre (una verdad que para la ciencia no existe), quieren ser respetados, quieren ser temidos y quieren quitarnos todo lo material, y cuando ya lo tengan nos quitarán la voluntad, la libertad, el placer de vivir.

El error  que repite la humanidad una y otra vez es escapar hacia adelante  cerrando en falso cada problema que le plantea su alteración del medio ambiente. Siempre hemos salido airosos, ya que somos una especie muy adaptable y nos adaptaremos también a posibles cambios en el clima.  Pero lo que no debemos de tolerar es tener que soportar una peor vida impuesta por nuestros propios errores. Debemos admitir ya, que no podemos continuar con esta forma de vida en la que el  supuesto bienestar de una minoría está basado en la desigualdad y en la insostenibilidad en el uso  de la energía y los recursos naturales globales. Es en reparar esta injusticia a donde se deben concentrar todos los esfuerzos ¡ahora! Porque es actual y real y no una predicción futura.

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