domingo, 13 de febrero de 2011

CONOCIENDO EL MUNDO

El mundo de un niño es mágico a la vista de un adulto. En realidad la mente del niño es receptiva a ver la realidad tal como se presente, por absurdo que nos parezca. Lo real y lo imaginado se mezclan porque no existe un criterio para separar siquiera lo ordinario de lo extraordinario. Sin embargo, al crecer aprende a diferenciar lo que es un juego de la imaginación de la realidad. Para un niño pequeño que explora por primera vez lo que le rodea todo es verosímil y posible, no hay engaño o fraude en sus apreciaciones. Además, el niño adapta su visión a la información que recibe de sus padres y demás personas influyentes, socializándose dentro de una cultura.


Todos hemos recibido esta herencia, sin la cual, no seriamos seres civilizados. Pero la formación de los seres civilizados no acaba aquí. Incluso dentro de nuestro pueblo, de nuestra comunidad, todos somos distintos y únicos. Todos podemos elegir libremente nuestro camino, todos podemos construirnos un mundo de ideas a nuestra medida. De hecho, disponemos de la experiencia de muchas generaciones, del legado intelectual de muchas miles de personas que transmitieron de una u otra manera formas de entender el mundo.

El tránsito que un día dimos en busca del camino propio, no sé hasta que punto es algo consustancial con el ser humano. En esto uno puede hablar de su propia experiencia.

Para explicar como es que somos de una manera y no de otra, no puedo admitir únicamente la influencia de nuestros genes. Hoy resulta ridículo pensar que es la nobleza de sangre lo que determina quien está  mejor posicionado en la sociedad; aún cuando sabemos que el poder tiende siempre a transmitirse hereditariamente. No son las mismas oportunidades las que posee el hijo del obrero que las del hijo del banquero para recibir del resto de la sociedad bienes, admiración y respeto. Ahora, más bien, el hijo del obrero nace con todas las papeletas para ser obrero y el hijo del banquero para ser banquero.

Los dos tienen similar dificultad para escapar a ese destino. Seguramente sea mayor para el humilde que para el rico. Ahora, lo interesante es saber hasta que punto cada uno de ellos se revelará contra su destino.

La búsqueda de nuestro propio destino es algo tan antiguo como el ser humano, aunque en todos no parece manifestarse de igual forma. Muchos intelectuales han visto en el salvaje la libertad y la autodeterminación del ser humano; y  en la civilización, la causa de la esclavitud y el sometimiento aceptado.

Sabemos que no solamente se somete por la fuerza. Como el ganado, somos domesticados para vivir en el rebaño con la fuerza de los convencionalismos sociales,  siendo la religión el más poderoso.

Puede resultar paradójico un mundo tan abierto a las ideas, en el que pervivan tantos convencionalismos tan antiguos. Pero ese niño que busca un camino, recibe muchos estímulos a modo de señales que hacen que se deje llevar por la corriente principal y eluda plantearse la certeza de éstas, dado que, precisamente, la abundancia de información hace más arduo el trabajo cuando no se ha desarrollado una mente crítica.

En el colegio el niño puede desmotivarse por la educación; pero, también se desmotiva como persona autónoma. Y sin embargo entre sus libros de texto hay mensajes que podrían cambiarle ¿Porqué no le llegan?

La respuesta está ligada a los  fenómenos que hacen que ni al padre ni al profesor ni a la administración educativa interese en absoluto ésto. En realidad, a casi nadie preocupa,  ni entenderán de que estoy hablando.

Usar el pensamiento crítico y ser escéptico ante los planteamiento simples no debería ser una opción que podemos o no tomar. De igual forma que nadie entiende que sea una opción el  saber leer y escribir.

El mensaje de esta forma de pensamiento que nos ha sido legado nació en la Grecia Clásica: la ciencia. Con todas las cautelas es un vía adecuada para asomarnos con libertad a entender nuestro entorno y tomar nuestro camino.

Pero la ciencia no es en si misma un camino. La idea que se puede aprender en la escuela es tan rígida y racional que puede pensarse que la ciencia no es más que un conjunto de señales de tráfico, un código.

La fuerza que puede mejorar la sociedad y nos enriquece como individuos humanos no reside en la leyes y las teorías, ni en la racionalidad de las matemáticas y su lógica.  No tiene porque observarse en el laboratorio ni en la capacidad del ingeniero para transformar el entorno y hacernos la vida más agradable. Sino en las reglas del juego, tan simples y según parece, tan difíciles de entender. No obstante, alguien dijo que el nacimiento de la ciencia fue algo muy improbable. Tenemos pruebas diarias de que la ciencia se ve envuelta continuamente en un enrevesado mundo de simplezas, sazonado de  prejuicios y creencias; que calan dentro de los mismos templos del conocimiento. Pero, el método permanece inalterable, porque su fuerza está en su esencia: se refuerza con los ataques.

Sólo cuando es atacado el conocimiento científico de forma objetiva se avanza en ciencia. Es la paradoja del conocimiento científico.

Algunos hombres de ciencia han dejado citas que nos acercan al pensamiento científico, como la siguiente de Galileo:


"En lo tocante a la ciencia, la autoridad de un millar no es superior al humilde razonamiento de una sola persona".

O las siguientes de uno de los hombres de ciencia más conocidos por su honestidad intelectual, Pierre Eugèn Marcellin Berthelot:


"La palabra verdad no se puede usar fuera de la ciencia sin abusar del lenguaje."



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