TARTESSOS: PUERTA Y ENCRUCIJADA
DE OCCIDENTE
Imbuido en el contexto romántico
de los afortunados hallazgos de Schliemann (Troya y Micenas) el filólogo alemán
Adolf Schulten publicará en 1924 sus investigaciones sobre Tartessos; basadas en la figura mitificada
contenida en textos antiguos, puesto que no cuenta con el aval arqueológico. Será
en 1958 cuando haya un replanteamiento tras el hallazgo del tesoro del
Carambolo cerca de Sevilla, que da comienzo a los estudios arqueológicos sobre
un periodo tartésico que abarca desde el s. IX al VI a.C.
Los textos orientales describen a
un pueblo que vive más allá del estrecho junto a un río, rico en metales y que
comercia con los fenicios. A grandes rasgos:
- Posición geográfica del núcleo tartésico en la desembocadura del Guadalquivir, siendo así que Schulten buscó sin éxito la capital en las marismas de Doñana.
- Vinculación con la metalurgia y minería de la plata, principalmente de la contigua Faja Pirítica Ibérica (este tema ha sido tratado en la entrada sobre la FPI).
- Punto de encuentro del comercio de los metales del Bronce. En particular del estaño del Atlántico.
Las referencias literarias del
mundo tartésico están vinculadas al pueblo fenicio, los navegantes que llevan a
las civilizaciones de oriente las noticias de un mundo entorno a la bahía de
Cádiz. Será lógico que se produzca una
confusión, haciendo que Cádiz se convierta en la capital de Tartessos y por
extensión pareciese que Tartessos fue una colonia fenicia.
Sigue resultando razonable explicar
el origen de la cultura tartéssica como resultado de la colonización fenicia; sin embargo se postula que la posición insular
de Gadir, su primera colonia y más
occidental, supone la prueba de evitar el conflicto con los indígenas en todo
el golfo de Cádiz; cosa que no ocurre en toda la costa mediterránea del sur
peninsular con numerosas colonias continentales.
En el ámbito tartésico, es el pueblo indígena el que controla la actividad
metalúrgica, aunque el comercio
posterior esté en manos de las colonias fenicias, comenzando con Cádiz y luego
otras a partir del siglo VII a.C. que se
enriquecieron como puede deducirse de necrópolis como las de Almuñécar y
Trayamar.
La actividad fenicia se limita a estas
posiciones costeras y no penetran en el interior del dominio de Tartessos,
llamado área de influencia. En este sentido, es de destacar que se define una
núcleo entorno al llamado por algunos Golfo Tartésico en la
paleodesembocadura del Guadalquivir junto a la actual ciudad de Sevilla y posteriormente una zona de influencia clara
hasta el Tajo por el norte y toda Andalucía por el sur; sin embargo, son
mejores los hallazgos de las zonas de influencia -más alejadas- como es el caso
de Cancho Roano en Badajoz debido a la superposición de construcciones de
tantos pueblos en el núcleo, como cartagineses, romanos, hispanomusulmanes, y
la urbanización posterior. Ahora bien.
¿De dónde venían? ¿Quienes eran los tartesios?
Las evidencias arqueológicas de
una cultura tartésica se muestran por un lado, por hallazgos de una cultura con
rasgos propios orientales como las construcciones de planta rectangular, un incipiente urbanismo y desarrollo social,
mientras que los pueblos indoeuropeos anteriores usan construcciones circulares
u ovaladas. Igualmente, por rasgos propios indígenas que los diferencian de los
fenicios, como su lengua y escritura. En todo caso esto no aclara totalmente el
origen, solamente la evidente influencia oriental y la persistencia de una
población indígena que no fue desplazada.
Vista desde el Cabezo de la Joya (Huelva) |
La clave está en un periodo
anterior a la fundación de Gadir del
que no existen referencias literarias, pues ha de suponerse que los de Tiro se encuentran a un pueblo
organizado en ciudades estados confederadas que ya tenía relaciones con oriente
como igualmente con pueblos atlánticos como los de la ruta del estaño (celtas).
Este origen complejo, fuese más ibero, más celta, micénico o chipriota; pierde
importancia tras siglos de contacto con el pueblo fenicio que acabará en unos
herederos reconocibles (turdetanos).
Pongámonos en situación. Desde el
comienzo del II milenio a.C. el territorio del bajo Guadalquivir fue una zona
que atrajo población por sus riquezas -agrícola, ganadera, pesquera y minera-
además de contar con accesos fluviales (Guadalquivir, Guadiana y ría del
Tinto-Odiel). Culturalmente está en una posición de intercambio entre sus
vecinos del mundo mediterráneo y atlántico, celtas e íberos; pero seguramente, ya con contactos con los
pujantes pueblos navegantes del Egeo. Por eso, los restos arqueológicos en todo
el valle bético nos muestran una gran heterogenidad en el ritual funerario que
se van generalizando poco a poco hacía el enterramiento en cista, para luego en
el s. X a.C. aparecer la incineración.
Esta homogeneidad del pueblo
proto tartésico del Bronce Final viene precedida por un despoblamiento en la
zona entre los s. XII-X debido a una crisis de la que no se conocen las
causas, que algunos achacan a un
desastre natural y posterior epidemia.
Una explicación conjunta sería la
de una colonización de pobladores culturalmente superiores - orientales-, que asentados llegan a mezclarse con la
aristocracia indígena pues aunque poseen la supremacía social son una población
muy minoritaria, siendo así que no imponen su propia lengua.
Esta colonización pudo
facilitarse por la aparición de un desastre natural y epidemia con el contacto
de pueblos de oriente. Avalando la hipótesis del desastre natural parece haber
señales de una gran terremoto y tsunami al final del II milenio a.C. Recordemos
que la zona está muy expuesta históricamente, siendo el último evento conocido
como "el terremoto de Lisboa"
-de 1755- de daño muy limitado dado que el área costera estaba muy poco
poblada, y Cádiz pudo salvarse gracias a sus murallas. La única población en la
costa de entidad era Isla Cristina y fue totalmente arrasada (ver entrada
tsunami).
En cuanto a la epidemia, podemos
plantear que a consecuencia de la domesticación del ganado, durante mucho tiempo se produjeron brotes
epidémicos originadas por el salto de virus de estos animales, un cuadro típico
de elevada morbilidad entonces y ahora, pero limitado a poblaciones poco
conectadas similar a lo ocurrido con el ébola en África. Al aparecer las primeras civilizaciones con
el mayor intercambio poblacional, debieron sucederse pandemias, que generarían resistencia
natural tras las reinfecciones en las generaciones posteriores; luego, podría suponer una ventaja en el
contacto frente a los pueblos periféricos, con población poco conectada. Un caso singular es el de la América del encuentro tras el arribo de Colón, donde
virus como el sarampión y viruela causaron una gran mortalidad y facilitaron la
conquista de los españoles.
Aparte de los virus que se
transmiten desde el ganado hay otros candidatos más habituales, como la gripe.
Recuerdo que la gripe de 1918 -"la española"- produjo mayor
mortalidad que la Gran Guerra, aunque es la debilidad del mismo conflicto el
que produjo tanta muerte.
Una situación de debilidad pudo
producirse por motivos naturales, como una sequía. Es fácil imaginar que un
evento catastrófico fuese el punto de partida que causara una cadena de
acontecimientos y profunda crisis social por generaciones. Facilitando la
entrada de extranjeros, digamos que inmigrantes más que colonos, entendido que
hubo una mezcla racial que eso sí, modeló a la cultura indígena; viendo el símil de la América española
observamos como no sería una conquista por no existir la dependencia de la
metrópoli y sin embargo igualmente se produciría una mezcla o asimilación
cultural generando rápidamente una nueva cultura con sentimiento indígena.
Podríamos pensar que durante esta
época fueron varios los eventos y uno importante pudo ser la llegada de un
pueblo invasor. En este sentido se ha sugerido que el sostén social de una sociedad como la
tartésica en aquella época debía estar formado por un casta de señores que bien
pudiesen ser extranjeros. La lengua tartésica debería dar pistas al respecto,
no hay consenso al respecto, parece que sea de raíz indoeuropea, aún más,
parece que fuese una lengua celta. Esta cultura base pre tartésica, es
coherente con los contactos con sus vecinos en la fachada atlántica peninsular
en donde estaban las fuentes de estaño como Cornualles o Bretaña, siendo -según parece- los
Tartessos y sus antecesores los que controlaban estas relaciones comerciales.
No ha de olvidarse que parte de la fama de Tartessos se encuentra en su estaño,
se decía que por allí bajaba un río de estaño -desde la céltica- y este dominio
comercial es también una razón de peso para
el origen de un poderoso pueblo que perduró durante seis siglos.
Por último, resulta inevitable
relacionar los eventos que producen primero el despoblamiento y la posterior
consolidación de una cultura con cierta homogeneidad con la crisis del Bronce Final
de la que ahora vamos a tratar someramente.
Nuevamente encontramos pocas
referencias fiables y para no extenderme comentaré algunas supuestos comunes.
La principal referencia histórica se encuentra en inscripciones egipcias del
faraón Merneptah (finales del siglo
XIII a C) y de Ramsés III (principios del siglo XII a C) que hablan de
incursiones de pueblos del norte que se popularizarán entre los historiadores
con el apelativo de "pueblos del mar". Estos pueblos acaban con todos
los imperios de la época hasta que son
vencidos por Ramses III, no obstante dejó tan debilitado al imperio egipcio que
permitieron el asentamiento de los peleset
o filisteos del relato bíblico.
En realidad en estos textos
aparecen muchos más pueblos y algunos se relacionan con el lugar en que se
asentaron. Por ejemplo, los peleset
dan nombre a Palestina pero su origen anterior ha sido identificado con Creta
y como el resto de estos pueblos parecen
tener origen indoeuropeo. Se ha sugerido una causa climática que produjera hambrunas en la Europa del este y por ello arrastraría a poblaciones enteras
hasta las ricas ciudades del mediterráneo. Quizá todo comenzó en las montes de
Anatolia con la caída del imperio
Hitita. Luego estos pueblos bajarían al Egeo.
Otro de los pueblos identificados
con un territorio mediterráneo son los shardana
de Cerdeña y los Teresh que mencionamos pues hay
quien encuentra una relación de este pueblo con Tartessos por el parecido fonético,
sin embargo no es admitido por los principales historiadores. Estos parecen que procedían de Taruisha, una región del noroeste de
Anatolia citada en algunos documentos hititas. Otras fuentes griegas
posteriores situaron en esa misma zona a los tirsenos o tirrenos - hubiesen
dado su nombre al mar Tirreno-, cuyo nombre resulta muy similar, y que hubiesen
tenido un importante papel en la formación del pueblo etrusco.
Por tanto, estos pueblos procedentes de Anatolia occidental, entre los
siglos XII y X a.C., se habrían asentado en la península itálica, que ya
sabemos que mantenía anteriormente
contactos con la población ibérica.
Podrían así, haber llegado
igualmente a los territorios del suroeste peninsular como población emigrante y
mezclarse con la etnia local.
Resulta imposible no caer en el romanticismo y ver en estos pueblos una
especie de revuelta popular. Pues aunque se nos presentan como unos grupo de
piratas que acabaron con todos los imperios del Bronce menos con el egipcio. En
realidad se trata de poblaciones emigrantes que llevan con ellos sus familias y
que triunfaron seguramente por su numero en el combate gracias a su forma de
lucha popular, basada en el cuerpo a cuerpo de infantes respecto a los
ejércitos que usaban los imperios de aquella época basados en carros de guerra
que únicamente manejaban una casta guerrera. Sin duda, el éxito de esta forma
de lucha cerrada formaría luego las
falanges o legiones.
Por último hay quien ve una relación también entre los pueblos del mar y el surgimiento de
los fenicios, como descendientes de los filisteos asentado en territorios
cananeos. Seguramente por el dominio del
mar de estos pueblos, aunque encontramos la misma contradicción del origen
semita dada para el pueblo fenicio frente al origen supuestamente indoeuropeo
de los pelesteos o pelesets.
En definitiva, resulta evidente
que el origen de Tartessos no puede considerarse más que relacionado con los
contactos con pueblos orientales, de hecho, hay indicios fenicios anteriores a
la fundación de Cádiz en Huelva. Pero incluso bastante anteriores que generaran
un cultura comercial con una base indígena que tendría precedentes muy
anteriores por la ruta del estaño atlántico, de aquí que la posición de
Tartessos sea trascendente para los comerciantes orientales, no por la riqueza
minera de la zona (minas de Río Tinto
y demás de la Faja Pirítica) como
se ha venido a entender sino por la posición de puerta del Atlántico en donde
se encuentra el mundo del estaño (ver las referencias históricas del estaño en
Tartessos en entrada minería Faja Pirítica). Por otro lado hacía falta un
pueblo que pudiese tener una cultura cercana al mundo celta para realizar estas
transacciones comerciales y de igual modo con el mundo mediterráneo oriental.
Tartessos es así el puente de intercambio entre estas culturas.
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