El conocimiento ha caracterizado
el desarrollo de nuestra civilización e igualmente condicionará su futuro. Sin
embargo, actualmente vivimos inmersos en una corriente inasumible de
información que dificulta el entendimiento de lo que realmente ocurre en
nuestro mundo. Esto lleva a una paradoja, y es que mientras hay un acceso libre
a la información a través de las redes, la
educación de niños y jóvenes para hacerlos personas socialmente útiles continua
afectada del adoctrinamiento,
entendido como esa interpretación de la realidad políticamente correcta.
Parque en Inglaterra ( del autor de este Blog)
En particular, en materia
ambiental, vemos como esta interpretación de la realidad se fundamenta en
modelos no científicos, algo contradictorio dado que el medio ambiente se
considera una realidad física, química y biológica.
Entender los principios en los
que se basan las relaciones ecológicas
es algo complicado. Pero aunque fuese
tan fácil como 2+2= 4, la política
requiere de mensajes emotivos como una niña cabreada hablando de su
sufrimiento por la "perdida de ecosistemas". Esto no es más que una
manipulación, en un mundo en el que absolutamente todo es manipulación a través
de los sentimientos por parte de individuos tan inteligentes como faltos de
escrúpulos, conscientes de nuestras debilidades, que curiosamente, no son las
suyas. Por eso están en el poder.
No es extraño que la religión
haya persistido tras la mayor de las revoluciones intelectuales de la humanidad
traída por el método científico. Son los mismos principios irracionales los que
están en todo el conocimiento transmitido actualmente por la vía de los
medios.
Un caso particularmente a
destacar es el cambio climático. Los comunicadores de los medios de información
hablan de él con la misma seguridad que hablaría un cristiano de Jesús.
Entienden que poner en duda la evidencia
de cambio climático te vuelve poco menos que un ignorante, dado que es "la
ciencia" quien lo dice. ¡Vaya! ¿Que pensaría Voltaire de esto? Aquel que dijo:
"la
ignorancia afirma o niega rotundamente; pero la ciencia duda".
Ciertamente, el principio más
básico de las ciencias físicas es el escepticismo. Por tanto, si la ciencia no muestra escepticismo
acerca del cambio climático, debería hacernos reflexionar si, realmente estamos ante ciencia o pseudociencia,
como llamó Mario Bunge a las ciencias sociales entre las que se encuentra esa
manipuladora infinita que llamamos política.
El siguiente relato real les
explicará que es lo que ocurre.
Una pareja de sordomudos tuvieron
un bebé completamente sano, es decir, sin problema alguno de audición. Sus
padres pensaron que al niño le estimularía la televisión y lo colocaban frente a la tele muchas horas,
con la esperanza que la falta de comunicación oral de sus padres no le
retrasara en su capacidad para el lenguaje.
Sin embargo, en una revisión, el pediatra advirtió del retraso en el
área del lenguaje del niño que pudo corregirse con el contacto diario con una
persona que le hablara.
Este caso real nos enseña como la
capacidad para desarrollarnos en todos los sentidos, requiere de la interacción
entre las personas. Y pone a las claras
que en, lo relativo a la educación, la información no sirve de nada sin la
emoción, y esto se lleva sabiendo y perfeccionando desde hace milenios; es
más, hay gente que nace ya con capacidades sorprendentes para la manipulación y,
algunos los conoce usted, pues alcanzaron gran celebridad en la religión y la
política.
Así, somos fácilmente
manipulables con eslóganes e ideas que lleven una carga sentimental. Aunque,
en el fondo, todos somos unos farsantes pues mantenemos como segura la doctrina
asimilada; pero, a la hora de la práctica, no la aplicamos. Es completamente natural, simplemente nuestra
actitud se ve reforzada por los actos y estos son contradictorios. Así, nos
motiva repetir los eslóganes ambientales pero no nos motiva seguir el consejo
del político para que usemos la bici o vayamos a la oficina en transporte
público cuando vemos que él lo hace en un potente coche oficial.
Ciertamente toda la veracidad
ambiental de los mensajes políticos cae por su propio peso, dado que en nuestro
mundo consumista es la casta que está en el poder la que menos ejemplo puede
dar de cuidado del medio ambiente. No nos pueden confundir, pues cuando
gobiernan, aunque diferenciemos el gesto de unos y otros, ante los hechos no
hay diferencia. Sin embargo estamos muy acostumbrados a estas contradicciones,
las asumimos de forma natural y especialmente los jóvenes más afectados por la
mímesis de la vía cómoda pijo-pogre, que contradice nuestro compulsivo consumismo
con una suerte de enajenación de aspirar a un mundo de hadas y unicornios
arco-iris.
Miren, no he tenido la suerte de
viajar a Japón, pero sí tengo amigos que han visitado este país y me han
contado como en las calles no hay papeleras. Hago la siguiente reflexión al
respecto: ¿de que sirve que pidamos a los ciudadanos que sean limpios cuando
detrás de ellos hay un empleado público dispuesto, no ha llamarles la atención
por su in civismo, sino a recoger su basura?
En definitiva, la buena educación se gana con la práctica
y se pierde con las intenciones
Para terminar, resulta definitivo
que la educación ambiental va de la mano de la información, del hecho
cotidiano, de la convivencia, como la que hace que un japonés en la calle se guarde el envoltorio del caramelo para
tirarlo al cubo de la basura en casa.
En este sentido hay dos caminos,
el positivo (refuerzo de las buenas acciones) y el negativo (castigo y miedo).
Política y medios de comunicación
parecen valorar cada vez la segunda opción, usando términos agresivos como el
ya generalizado de terrorismo ambiental aplicado a los incendios forestales.
Esto se une a los mensajes catastrofistas del cambio climático en un
sobrecalentamiento de los medios de
información.
Lo que ocurre es que el miedo es, de todas las armas de
persuasión, la más sucia pero igualmente la más efectiva a corto plazo. Pero
deberían estar conmigo en que usar el miedo no es la mejor manera de educar a
nuestra juventud, porque precisamente los
jóvenes terminan asumiendo como "su normalidad" el umbral marcado; perdiendo
entonces toda su efectividad, debiendo elevarse para corregir su efecto,
estaremos entrando en un peligrosa escalada que nos hará perder la libertad y
garantizarnos un futuro más violento.