miércoles, 29 de julio de 2020

¿REALMENTE ESTAMOS CONDENADOS A SER GOBERNADOS POR PSICÓPATAS?

¿Cómo definiría a los líderes políticos? Supongo que si son de los suyos verán como,  obviamente, lucen de una:

1.      Gran capacidad verbal y  encanto.

2.      Seguridad: Ausencia de nerviosismo o manifestaciones psiconeuróticas.

3.      Elevada autoestima.

 

Pero, en general, vemos mayoritariamente los siguientes defectos, igualmente obvios:

4)      Falsedad o falta de sinceridad.

5)       Carencia de culpa, falta de remordimiento y vergüenza.

6)       Incapacidad  para aceptar responsabilidad sobre sus propios actos.

7)      Comportamiento malicioso y manipulador.

8)      Egocentrismo  y carencia de empatía.

9)       Conducta antisocial y estilo de vida parasitario.

Todas estas “virtudes” y defectos definen ahora más que nunca a nuestros políticos y resulta que siguiendo a los doctores  Hervey Cleckley y Robert Hare son características clínicas de la personalidad de los psicópatas.

Así superficialmente podríamos decir que si bien algunos personajes de nuestra política muestran estos rasgos, esto no los hace enfermos o  anormales (según los especialistas), sin embargo algunos de estos rasgos pesan más que otros. Así, una conducta antisocial es necesariamente excluyente dentro de la mayoría de colectivos públicos, pero no en otros que claramente identificamos como muy radicales;  sin embargo el rasgo más distintivo de todo animal político es la habilidad para captar las necesidades del otro. Precisamente, esta capacidad de seducción es un rasgo fundamental del psicópata e igualmente del político populista. “Este mecanismo se articula cuando el psicópata convence al otro de que él le es infinitamente necesario para suplir necesidades irracionales que éste no puede detallar” ( ver wikipedia). Estamos de acuerdo que para que surta efecto, esta persuasión debe de contar con el consentimiento de la otra parte, el afiliado y votante en este caso.



España ante el espejo

Difícilmente cambiará su visión negativa de algo, si lo lleva ya de serie. Más natural es cambiar de opinión cuando se ha llegado al auto-convencimiento después de un análisis. Así, centrándonos en la realidad española actual podemos ver como se transmite a diario que el mal llamado “régimen del 78” muestra signos alarmante de deterioro y da la  impresión de que los partidos políticos españoles son clubs de psicópatas. Resulta imposible evitar en este país el auto-fustigamiento, pero quiero  resaltar la nula singularidad del caso nacional, ya que esto es natural de toda democracia en toda época y obedece especialmente a la actitud  de la ciudadanía (muy condicionada, sea de paso, por los medios de comunicación).

No obstante, el sistema electoral español responde a un modelo de listas cerradas que favorece el ascenso de cierto tipo de cachorros de partido, y coarta otro tipo de políticos más independientes. No me parece que esto sea categóricamente malo, ya que, si bien puede criticarse al sistema de partidos o partitocracia,  no  creo que pueda decirse que sea por ello una “falsa democracia” al no responder directamente a la voluntad de los ciudadanos. Yo preferiría listas abiertas. Pero con ciertas limitaciones, pues intuimos que las masas pueden más fácilmente ser arrastradas por salva patrias de los que luego sea tarde arrepentirse. Al final lo que mueve a la gente a la política es básicamente poder, y precisamente el poder está repartido no solo entre los partidos (piensen en los poderes económicos p.e), por lo que una vez debilitados -los partidos- otros poderes  más prosaicos pueden ocupar su lugar ¿no creen? Los estados pueden evitar estos riesgos, manteniendo instituciones democráticas consolidadas entre las que debería haber partidos socialmente responsables, en los que su liderazgo este supeditado a esta responsabilidad.  Para ello, compatible con el interés legítimo de alcanzar el poder,  debe de haber un respeto escrupuloso a una serie de valores democráticos, como la separación de poderes (principalmente el respeto a la justicia) y a la libertad de expresión. Pero, singularmente, no perder de vista que el fin último de la política es el servicio a la comunidad (resulta molesto tener que recordar que, en España, la comunidad a servir, somos todos los españoles), por lo que en su puesto de representación el diputado o senador ha de responder singular y humildemente ante sus votantes; pero el cargo público aún más, ha de servir fielmente a todos los ciudadanos españoles aunque no los hubiesen votado.  Según mi modesta opinión, hay una distinción radical entre los límites de la política en términos de libertad de expresión y la discrecionalidad de los cargos públicos. Desgraciadamente en este país solemos confundirlas ya que los cargos públicos suelen comportarse más como  representantes políticos sin atender a la necesaria separación de los poderes ejecutivos y legislativos, tanto que las administraciones se ha copado de políticos cuando deberían ser únicamente funcionarios de carrera. Así, el diputado nacional o autonómico como representante de una determinada posición política ha de poder exponer libremente sus convicciones ideologías más alocadas e igualmente tener la libertad de levantar la voz (aún con exabruptos) incluso en contra de  la Constitución, el derecho actual o cualquier norma moral o ética (lo que no es óbice para estar sujeto a la ley en sus actos, y mejor sin aforamientos).  Pero esta tolerancia no puede extenderse al ejercicio del cargo público, que ha de cumplir con el requisito básico de su trabajo que no es otra cosa, como cualquier funcionario, cumplir su cometido con fidelidad al bien común de todos los ciudadanos. Siendo así que  se ha de colegir que no puede ser tolerada una conducta contraria a los principios de buen gobierno por la propia clase política y que  incluso debería poder  ser perseguida por la justicia como delito. Sin embargo estamos hartos de ver como se interpreta muy al contrario. Simplemente, la actitud tendenciosa tan habitual en las declaraciones debería de  no tolerarse en los cargos públicos.

Parasicópatas en la patocracia y el caso de la Alemania nazi

Un sistema afectado por este problema  llevará también a que individuos completamente normales, en particular funcionarios promovidos a dedo, acaben ejerciendo en sus cargos parecidos síntomas como  simpatía a sus  jefes políticos. Llegados al extremo, toda la sociedad puede estar afectada por esta forma patológica de gobierno que llaman patocracia.

En este sentido quiero recordar lo siguiente. Cuando el Gobierno Estadounidense  tras la ocupación de Alemania, realizó un proceso de desnazificación, incluyó la realización de encuestas a la población alemana que mostraron como, incluso varios años después de la Guerra, aunque reconocían los peores crímenes nazis,  mostraban unos valores muy altos de aceptación, incluido el holocausto judío. Esta sería una de las causas por la que,  los americanos, en principio menos dispuestos a olvidar que ingleses y franceses, acabaron por eximir de la mayoría de los delitos menores (especialmente los que inculpaban a jóvenes alemanes) al considerar que su exposición al régimen nazi les había llevado a un lavado de cerebro.

¿Qué hacer ante el riesgo de tener psicópatas gobernándonos?

Mucho más de lo pensamos, nuestra acción ha de ser diaria en nuestro círculo social,  aún más dentro de la Administración o entornos políticos si somos afiliados. No podemos quedarnos como rebaño callado  que habla solo cada 4 años con su voto, esta conducta, que es la quieren que tengamos los que detentar el poder, pues detestan la crítica,  no es verdaderamente demócrata. Las mejoras solo llegan cuando se asumen las faltas.

            Es la más alta de las responsabilidades cívicas del ciudadano desenmascarar a los cargos y funcionarios cuando no se presten al servicio público.

Por otro lado debemos ser coherentes con nuestro voto, es contradictorio que votemos a los políticos respondiendo básicamente a la irracionalidad, a la pasión y sentimentalidad; y luego esperemos que al gobernar lo hagan con criterios objetivos respondiendo a un equilibrio racional, ecuanimidad, objetividad e imparcialidad.

Es pueril que votemos a un político por su atractivo aspecto y agilidad verbal y luego esperemos que sean unos aplicados buenos administradores.

Finalmente les pido que lo piensen. Si no queremos un mal gobierno, debemos exigir  a la vez, tolerancia sin límites a las opiniones políticas y exigencia máxima a los cargos públicos.

Analicen como es la realidad actual.

û  ¿No hay ningún tipo de censura política en toda España?

û  ¿Los cargos públicos actúan con objetividad a los intereses generales (art. CE. 103,1)?

Ya saben la respuesta y que pasará si no cambia la tendencia.


LA TRIVIALIZACIÓN DEL CAMBIO CLIMÁTICO

  Creo que fue Voltaire quien decía que la ignorancia afirma o niega rotundamente mientras que la ciencia duda. Esta cita sirve para enmar...