Jamás hubo tanta y tan accesible
información global gracias a las redes. La educación, entendida en este
contexto como la adecuada formación de niños y jóvenes para hacerlos personas
socialmente útiles, depende más que nunca de la interpretación de esa fuente de
conocimiento. Siendo así que lo que entendemos por educación ambiental, no deja
de ser una interpretación o doctrina.
La educación no es un sinónimo de conocimiento, pero una buena educación parte de la adquisición de conocimientos. |
Quiero subrayar que esta
"educación ambiental" no deja de ser una educación cívica, una adaptación de nuestra conducta a nuestro
entorno social y cultural. Por tanto, aunque use el termino
"ambiental" piensen que se trata de esto.
Una pareja de sordomudos tuvieron
un bebé completamente sano, es decir, sin problema alguno de audición. Sus
padres pensaron que al niño le estimularía la televisión y lo colocaban frente
a la tele muchas horas con la esperanza que la falta de comunicación oral de
sus padres no le retrasara en su capacidad para el lenguaje. Sin embargo, en una revisión, el pediatra
advirtió del retraso en el área del lenguaje del niño que pudo corregirse con
el contacto diario con una persona que le hablara.
Este es un caso real que nos
enseña como la capacidad para desarrollarnos en todos los sentidos, requiere de
la interacción entre las personas.
Por tanto, cuando hablamos de educación, es tan
importante el mensaje como la manera en la que se transmite el mensaje.
Podríamos decir que muchas cosas
que aprendemos con esfuerzo en la escuela se olvidan fácilmente y las
consideramos de poca utilidad en la vida; mientras que otras cosas que
consideramos importantes las aprendemos del contacto con nuestro entorno que
son tanto las personas como el medio ambiente. Esta interacción marca nuestro
aprendizaje, cómo somos socialmente, tal se insiste desde la psicología.
Dentro de la educación reglada,
encontramos que lo que podemos llamar educación ambiental es una disciplina
diferente a otras puesto que todos necesitamos entender de nuestro entorno y
relacionarnos con él, por lo que nadie carece de una educación ambiental,
aunque si puede no saber nada de filosofía, ciencia o ser analfabeto. Por tanto, lo que
entendemos como educación ambiental es
una enseñanza encaminada a corregir una mala conducta o/y información ambiental.
Esto es así dado que la educación (o información) la recibimos con más fuerza
fuera de un aula, en contacto con una realidad.
En este sentido, no se puede
esperar que un niño urbano occidental generalmente sobre protegido que aprende
a disponer de lo necesario para su confort abriendo un grifo, la nevera o la
calefacción de la casa, pueda comprender
la importancia de las relaciones ecológicas de la misma forma que el niño que
vive en la selva.
Por tanto el fracaso de una
adecuada educación ambiental se da cuando el paradigma que transmitimos a los
escolares no les llega o es un absurdo a sus conceptos previos adquiridos de
forma autónoma.
Ya sea en el medio urbano o en
los entornos rurales, ¿adquieren los
niños de forma autónoma los valores de
comportamiento o de motivación más aconsejable
para la convivencia?
Precisamente, muchos valores que
están en la educación ambiental y que son transversales dentro de la educación
cívica y que podríamos generalizar como el respeto hacía los demás; serian más
permeables en los ciudadanos si fuesen práctica habitual de todos los
responsables públicos y no una permanente declaración de intenciones. Pues lo
que se transmite es que queremos progresar; pero, no llegamos.
En definitiva, la buena educación
(ambiental) se gana con la practica y se pierde con las intenciones.
Miren, no he tenido la suerte de viajar a Japón, pero si tengo amigos que han visitado este país y me han contado como en las calles no hay papeleras. Hago la siguiente reflexión al respecto: ¿de que sirve que pidamos a los ciudadanos que sean limpios cuando detrás de ellos hay un empleado público dispuesto, no ha llamarles la atención por su incivismo, sino a recoger su basura?
Ya he comentado el paralelismo
entre información y educación ambiental, pues bien, en los últimos años el foco
se ha alejado de nuestro entorno inmediato para transmitir la problemática
ambiental global. Es decir, el canal de información referente al medio ambiente
está de alguna forma sobreexcitado con
un mensaje catastrofista a nivel
planetario que trasmite miedo y justifica la toma de todo tipo de medidas.
Dirán, en consecuencia que estoy
equiparando de algún modo los problemas ambientales con el terrorismo. No es mi
intención, pero no me negarán que desde la política se hacen comparaciones en
este sentido como llamar a los responsables de los incendios forestales
"terroristas".
¿Cuál es el tono adecuado?